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Un baño para consumir drogas ilícitas en Nueva York

(CNN) — De todas las estrategias provocadoras para reducir el daño de la adicción a los opioides, la que estoy por describir está cerca de la punta.

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Dr. Sanjay Gupta (CNN)

(CNN) — De todas las estrategias provocadoras para reducir el daño de la adicción a los opioides, la que estoy por describir está cerca de la punta.

Durante los últimos meses, casi nadie de las personas con las que hablé acerca del abuso de opioides en Estados Unidos tienen un punto neutral sobre la visión acerca de lo que está ocurriendo en un pequeño pero importante rincón de esta gran epidemia.

El lugar es donde un exguardia de seguridad de nombre Hector Mata se convirtió en un experto en revertir una sobredosis y probablemente ha salvado 25 vidas en el proceso. No es un hospital o una clínica.

La enfermería de Mata es el Corner Project, un programa de intercambio de jeringas que empezó a operar en el barrio Washington Heights en Nueva York, que cuenta con un sanitario donde los consumidores de drogas pueden inyectarse heroína de manera segura.

A primera vista, no hay mucho de especial acerca de este sanitario, excepto que hay alguien controlando a través de un intercomunicador, cada tres minutos, para asegurarse de que el usuario aún está consciente.

“Una obligación moral”

Si el usuario no responde durante el centro, Mata o alguien igualmente entrenado, oprimirá el botón para destrabar la puerta e ingresará armado con una jeringa con naloxone, también conocida con el nombre comercial de Narcan, y probablemente podrá revertir los efectos de las drogas opioides. Luego de siete años y al menos 25 sobredosis, el dice que nunca ha fallado.

Mientras que para algunas personas esto suena como una “habitación de consumo” o un lugar de inyección segura, para el personal es simplemente un baño. Después de todo, no hay lugares legales para inyectarse bajo las leyes de Estados Unidos.

Me senté con la directora de Corner Project, Liz Evans, y le pregunté cómo es posible que exista un lugar como este. Me explicó que los baños públicos son la primera línea en la epidemia de opioides. “La gente está muriendo en esos baños y entonces hay un reconocimiento de que como proveedores de intercambio de jeringas tenemos una obligación moral de asegurarnos que la gente no muera en nuestro edificio”. Así que el Corner Project ha implementado una red de seguridad para asegurarse de que las personas no mueran de sobredosis en el sanitario de su edificio.

Todo en esta historia es turbia.

Quizá la historia de Corner Project pudo haber sido precedida. Un adicto a la heroína va a un intercambio de agujas, obtiene agujas limpias e, inmediatamente, se dirige a un sanitario para inyectarse la droga. Después de todo, de acuerdo con estudios recientes en Nueva York, casi dos tercios de los drogadictos visitan lugares como edificios abandonados, vehículos y baños públicos para inyectarse.

El Corner Project empezó como un grupo de alcance comunitario en la calle en 2005. En el 2009 cuando el proyecto se mudó a su ubicación actual de ladrillos y mortero, el sanitario se convirtió en una cuestión de conveniencia para los clientes. En poco tiempo, sin embargo, hubo una sobredosis en el baño, seguida de otra y así sucesivamente.

Sin un sistema instalado, los trabajadores en Corner Project escuchaban un sonido característico de alguien desvaneciéndose en el sanitario, hacían una loca carrera por las llaves y luego trataban de revivir a la persona. Aunque en su mayoría fueron exitosos, siempre fue aterrador.

El Corner Project podría simplemente cerrar el sanitario o inspeccionar a las personas antes de usar las instalaciones, pero los trabajadores prefieren no hacer nada.

En su lugar, mantienen el lugar abierto y colocan medidas de seguridad, como un sistema de intercomunicación, un temporizador y naloxone, para prevenir sobredosis. Se mantienen abiertos sabiendo que si cierran sus puertas los adictos simplemente buscarán otro baño publico para usar las drogas, lejos de personas que tal vez podrían salvarlos.

Con esto, Corner Project empuja los límites de la reducción de daños en Estados Unidos.

Desde el año pasado, el Departamento de Salud del Estado de Nueva York siguió el ejemplo de Corner Project e instituyó regulaciones, recomendaciones y procedimientos acerca de cómo prevenir sobredosis en lugares donde los usuarios son propensos a usar: baños de intercambio de jeringas.

Criminalización vs. Rehabilitación

En el gran debate de la criminalización versos la rehabilitación muchas suposiciones comunes han sido hechas trizas. Por ejemplo, algunos creen que la legalización de drogas como la marihuana podría llevar a incrementar su uso. Sin embargo, en Colorado, que legalizó su uso recreacional, el uso de marihuana en los adolescentes se redujo. Cuando se trata de opioides, el número de personas que tuvo sobredosis o murió por uso de pastillas contra el dolor prescritas es casi igual al número de personas que murieron por el uso de drogas ilícitas como la heroína.

Otra creencia común es que sitios de inyección segura condonaría implícitamente el uso de drogas y conduciría a un mayor uso. Sin embargo, sabemos ahora que esa teoría empieza a desvanecerse cuando nos fijamos en lo que sucedió en Corner Project y en un lugar llamado InSite en Vancouver, Canada, que Liz Evans también ayudó a fundar.

InSite inició como un proyecto piloto en el 2003 y fue el primer lugar legal y supervisado de inyección de drogas en norteamérica. Para ayudar a manejar la crisis de opioides en Canadá, la Salubridad de Canadá ha aprobado más sitios en meses recientes.

Aunque estos centros no proveen las drogas ilícitas, el equipo médico está ahí para proveer primeros auxilios, incluyendo naloxone para la sobredosis, consejería en adicción y asistencia en salud mental. InSite ha recibido a más de 3 millones de personas desde su apertura, trató más de 6.000 sobredosis y no ha registrado ninguna sola persona muerta.

Además, un estudio de Lancet de 2011 reveló que en los vecindarios que rodean a InSite, en los dos años luego de su apertura, hubo un 35% de reducción de las muertes por sobredosis que los dos años y medio antes de su inauguración, en comparación con una caída del 9% en el resto de Vancouver. Aunque no queda claro el impacto de InSite en la reducción total del número de usuarios de drogas, sí ha llevado al aumento en la admisión de tratamientos con la adicción y la desintoxicación.

Esto también significa comunidades limpias. Calles y baños públicos no están repletos de agujas y otra parafernalia. De hecho, una reciente encuesta de consumidores de drogas de un sitio de inyección segura que no fue dado a conocer en Estados Unidos, reveló que si no hubieran estado utilizando las instalaciones, más del 90% de los consumidores estaría usando baños públicos o en las calles.

Estas estadísticas son ahora objeto de docenas de estudios en publicaciones médicas y fueron también recitadas por Mata mientras me mostraba alrededor del baño de Corner Project.

Pero hace énfasis nuevamente en que “no es un lugar de inyección segura”. Señaló que a diferencia de InSite, el Corner Project no tiene profesionales médicos monitoreando los sanitarios. De hecho, si un doctor o enfermera estuvieran supervisando el sanitario, podrían perder sus licencias. A él tampoco le molesta el término “habitación de consumo” que ha estado en Europa occidental desde 1990.

En su lugar, Mata insiste que lo llame simplemente sanitario. Porque a diferencia de Canadá o algunos países en Europa, lo que presencié no es legal en Estados Unidos.

En la mesa de entrada, un miembro del personal monitorea el reloj y el intercomunicador, controlando para ver si alguna ayuda fuera necesaria.

La música suave, las paredes y las pizarras brillantes y las mesas de color castaño con los miembros del personal charlando causalmente daba la sensación de estar en una cafetería del vecindario, más que en un lugar donde se previenen las sobredosis.

Una herida autoinfligida

Mata dijo que mi visita tenía que ser corta porque el baño estaba en uso casi todo el tiempo y hay una lista de espera que por lo general dura una hora.

Una de las personas en la fila era Taylor Prince de 35 años. Mata le dio un abrazo y luego me dijo “Taylor es un viajero frecuente”. Descubrí más tarde que Mata salvó la vida de Prince en tres ocasiones.

Nos encontramos en medio de una epidemia de opioides que es la peor crisis de drogas en la historia de Estados Unidos. Es una herida autoinfligida y una que se realiza predominantemente en los Estados Unidos, ya que consumimos más del 80% del suministro de analgésicos opiáceos, aunque somos menos del 5% de la población mundial. Muchas de esas prescripciones han derivado en el uso de heroína: tres de cada cuatro nuevos usuarios empiezan con narcóticos prescritos.

No hay una sola estrategia, tan provocadora o revolucionaria como pueda ser, esa será la respuesta para revertir esos números por completo. Ni siquiera un controversial baño en Washington Heights, Corner Project, podría hacerlo posiblemente, pero mientras tanto, Mata y otros trabajarán salvado tantas vidas como sea posible.

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