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La guerra comercial puso a la economía en aprietos. El coronavirus será mucho peor

Nota del editor: Mark Zandi es economista en jefe de Moody’s Analytics. Fue asesor de la campaña presidencial de John McCain en 2008 y apoyó a Hillary Clinton en las elecciones de 2016. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

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CNN ESPAñOL — Nota del editor: Mark Zandi es economista en jefe de Moody’s Analytics. Fue asesor de la campaña presidencial de John McCain en 2008 y apoyó a Hillary Clinton en las elecciones de 2016. Las opiniones expresadas en esta columna pertenecen exclusivamente al autor.

(CNN Business) – El coronavirus es una amenaza existencial para la expansión récord que lleva nuestra economía. Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas inglés) aseguran que es probable que el COVID-19 resulte en una pandemia mundial. Y si se cumple la advertencia de esta entidad, entonces la recesión será difícil de evitar.

El coronavirus ya perjudica a la economía global 1:30

Esta es también la evaluación de los inversores globales, quienes han bajado los precios de las acciones en los últimos días, mientras aumenta enormemente la probabilidad de una recesión. El mercado de valores estaba sobrevalorado y, por lo tanto, vulnerable a cualquier giro o cambio que no se ajuste a los esperado. La corriente descendente en las acciones –alrededor del 11,5%– ha barrido la asombrosa riqueza de 3,4 billones de dólares de los accionistas.

La experiencia de China proporciona un buen estudio de caso sobre la manera en que el COVID-19 podría provocar un caos en nuestra propia economía. Los viajes, el turismo y el comercio se verán significativamente afectados, si no es que son suspendidos. Las aerolíneas y las cadenas hoteleras ya están lidiando con las cancelaciones. Los trabajadores no podrán llegar a sus empleos si están enfermos o en cuarentena, y si las escuelas y guarderías cierran, los padres tendrán que quedarse en casa con sus hijos y trabajar menos horas.

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Sin empleados, las empresas producirán menos y aquellos que no estén laborando comprarán menos. Esto se suma a menores ganancias, o incluso pérdidas. Y eso es lo que tiene a los inversores bursátiles especialmente nerviosos. La mayoría de las compañías tendrán pocas alternativas diferentes a ser más cautelosas y mantener la línea en inversiones y contrataciones. Mientras aquellas que reciban el golpe más duro no tendrán otro remedio que despedir trabajadores.

Y lo que es peor aún, las empresas ya estaban al límite antes de que el coronavirus apareciera en China. La guerra comercial entre Estados Unidos y China fue especialmente desconcertante. Provocó un daño significativo a la economía global. Aquí, en EE.UU., básicamente ha empujado las industrias manufactureras, agrícolas y de transporte a la recesión. El presidente Trump firmó un acuerdo comercial de “primera fase” con los chinos a principios de este año, justo a tiempo para evitar una recesión bajo toda regla, pero las compañías siguen inquietas. Calculan que el mandatario duplicará su guerra comercial si es reelegido.

La guerra comercial puso a la economía de rodillas, y no se necesitaría mucho esfuerzo para tumbarla de espaldas. El COVID-19 puede ser más como un golpe de cuerpo completo.

OCDE: El coronavirus amenaza a la economía mundial 1:34

Aún más complicado es el problema que tendrán los responsables de políticas públicas para responder adecuadamente a las consecuencias económicas del virus. Antes de que el mercado de valores cerrara una semana históricamente desfavorable el viernes, el presidente de la Reserva Federal, Jay Powell, emitió un comunicado diciendo que la Fed pronto bajaría las tasas de interés. Y, efectivamente, este martes, la entidad hizo un recorte de emergencia en las tasas, el primero desde la crisis financiera de 2008.

Reducir las tasas es la medida correcta, pero estas ya son extraordinariamente bajas. La tasa de fondos federales –que la Fed controla directamente– ahora oscila apenas entre el 1% y 1,25%. Esto se debe a que la Reserva Federal se vio obligada a reducir tres veces las tasas el año pasado para compensar los efectos nocivos de la guerra comercial. Si el virus ataca como lo advierten los CDC, la tasa de fondos caerá rápidamente a cero y la Fed no podrá hacer mucho más.

El gobierno de Trump y el Congreso podrían reunirse y aprobar una legislación que proporcione un estímulo fiscal a la economía: recortes de impuestos temporales financiados por el déficit y aumentos en el gasto gubernamental. Tal estímulo se implementó en medio de la crisis financiera cuando la administración de Obama llegó a un acuerdo con el Senado. Eso funcionó, y la recesión terminó unos meses después de que el estímulo empezara a funcionar. Pero es difícil imaginar al presidente Trump, quien sigue atacando a los demócratas del Congreso que han criticado la respuesta del gobierno ante el virus, llegando a tal acuerdo, al menos no en el corto plazo.

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El consumidor estadounidense es quien termina actuando como muro entre continuo crecimiento económico y una recesión. A diferencia de las empresas, los consumidores se han sentido bastante bien. Alentados por el bajo desempleo y (hasta ahora) los precios récord de las acciones, todas las encuestas de consumidores muestran que nuestro estado de ánimo rara vez ha sido tan optimista.

Sin embargo, nuestras percepciones son volubles y pueden cambiar rápidamente, tal vez ahora más rápido que nunca. La enorme generación de los “baby boomers” es, de lejos, la mayor propietaria de acciones, con más de la mitad de todas las existencias, según el análisis de Moody’s Analytics. Los miembros de esta generación, en sus 50 y 60 años, tienen acciones que constituyen la mayor parte de sus ahorros de jubilación. Cuando los precios de las acciones suben, se sienten muy bien. Pero si los precios de esas acciones se mantienen bajos después de la caída actual, y esa apuesta se contrae, puedes imaginar cómo se sentirán y actuarán. El muro del consumidor se derrumbará.

No hay un buen momento para una pandemia mundial, pero este es un tiempo especialmente malo.

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